Un complejo residencial con supermercado, peluquería, cafetería y un salón de juegos; con unos exteriores inundados por el verde y por el murmullo del agua de una fuente… No es una urbanización corriente: es Hogeweyk, un hogar de ancianos en Holanda en el que se reproducen las condiciones del mundo cotidiano a modo de terapia para sus pacientes afectados por la demencia senil. Y no es barato.
Fuente: The Economist
Estos “pueblos” para mayores con demencia, como los llama The Economist, son comunidades cerradas, diseñadas para personas con el mencionado padecimiento, asociado con síntomas como pérdida de memoria y desorientación.
Los 150 residentes de Hogeweyk –un sitio cercano a Amsterdam– viven en casas de seis habitaciones, cada una con un diseño seleccionado por los pacientes de entre cuatro posibles. A los internos se les efectúan pruebas y entrevistas junto con sus familiares y están allí como en un hogar “tradicional”: comen estofado como lo harían en sus casas y tienen máquinas de coser por si desean entretenerse con alguna labor manual.
Esas pequeñas libertades les dan una paz mental, pues conectan con su vida anterior, algo que se agradece también al diseño de las habitaciones, en las que se siguen las pautas de sus hogares de origen. “La idea tiene su base en la terapia de reminiscencia, que sostiene que se puede aliviar la ansiedad en los pacientes con demencia creándoles un ambiente que les resulte familiar”.
El semanario británico ejemplifica con otros lugares donde se ha puesto en práctica el método: “Un hogar para personas con demencia en Rotterdam ha construido en el sótano un ‘museo del recuerdo’, donde los residentes pueden ver juguetes infantiles. En Dresde, una residencia ha dispuesto un local para recordar a la antigua Alemania oriental, con un póster de Erich Honecker, el antiguo líder del partido comunista de Alemania del Este, así como parafernalia comunista y casetes con música de los años 60. A veces la farsa mantiene a los residentes a salvo. Un hogar en Düsseldorf ha colocado una falsa parada de autobús: los que deciden, en su confusión, que tienen que irse a algún otro sitio, tienden a ponerse en fila pacientemente allí. Después de esperar por un autobús que nunca llegará, un asistente los lleva de vuelta a sus habitaciones”.
El hogar de Amsterdam recibió en 2017 unos 1.400 visitantes; observadores interesados en el modelo para su posible réplica, pues al parecer funciona: si en 1993, cuando era una residencia común y corriente, la mitad de sus pacientes tenían que ser medicados con fármacos antipsicóticos, en 2015 ya eran solo el 8%. En cuanto a satisfacción, un 9,1 de 10 no está nada mal.
Sin embargo, como ejemplo es difícil de calcar en toda su extensión. “Hogeweyk existe porque Holanda puede pagarlo. Como todas las residencias en el país, cuenta con financiación estatal. Un sistema de seguro nacional cubre los 6.000 euros del costo mensual por paciente, y los más ricos contribuyen con hasta 2.400 euros al mes. En total, Holanda destina el 4,3% de su PIB a la asistencia de larga duración, la proporción más alta de toda la OCDE. Puede necesitarse un pueblo para ayudar a los pacientes con demencia. Pero se necesita un país que lo costee”.