Con ocasión del pasado Día Mundial del Sida se han publicado, como es costumbre, datos sobre la evolución de la epidemia. No son todos alentadores. Con la extensión de los antirretrovirales ha aumentado mucho la supervivencia de los seropositivos: el sida ya no es una sentencia de muerte automática. Pero en los últimos años se observa un repunte de las infecciones entre quienes llevan conductas de riesgo: prostitución, consumo de drogas inyectables y, en especial, múltiples relaciones homosexuales. En Europa Occidental y Norteamérica, la mitad de las nuevas infecciones se dan en hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH), como señala el último informe de ONUSIDA. La Agencia Nacional de Salud de Francia acaba de confirmarlo con relación a este país.
FUENTE: RAFAEL SERRANO
Es paradójico que así ocurra en Occidente, donde hay más medios y más información. Pero tantos años de campañas para promover el uso del preservativo no han servido para frenar la difusión del VIH en el colectivo gay. Esto no es por fallo del preservativo, que efectivamente reduce mucho el riesgo de infección, si se usa de modo constante. Pero reduce el riesgo existente; si aumentan las relaciones esporádicas, con múltiples parejas, la probabilidad total de infección sube también. Y así está ocurriendo; últimamente, con el concurso de las aplicaciones de citas, que permiten encontrar pareja rápidamente mediante el teléfono móvil.
Además, muchos no quieren usar el preservativo. Prefieren asumir el peligro de infectarse a vivir con la preocupación de evitarlo o el miedo de que les suceda. “Ahora hay bugchasers”, dice a El País el responsable de prevención en Cogam, una organización homosexual. Estos “cazadores del bicho”, añade, son “personas a las que no les importa o directamente buscan infectarse”. “Se les conoce porque están en las aplicaciones de móvil y lo dicen. Antes iban a los bares y lo hacían igual”.
El mismo artículo reproduce lo que dice, en una de esas aplicaciones, uno que se define como bugchaser: “Sé que lo voy a pillar antes o después. Así sé que lo tengo, me medico y me quito el miedo”.
No sé si todo el mundo diría que es más fácil tomar pastillas toda la vida que cambiar de conducta sexual. Pero si uno no quiere renunciar a los hábitos que le harán contraer el VIH, al menos debería saber que sale muy caro. En España, el tratamiento con antirretrovirales cuesta a la sanidad pública entre 5.000 y 10.700 euros por persona y año (más precisamente: cada 48 semanas), según la combinación de fármacos que le receten, señala el estudio de GESIDA para 2016. En esto, como en otros casos, la opción individual pasa factura a todos. Es sexo de pago, pero con cargo a la Seguridad Social.