Si queremos que los hijos maduren, debemos enseñarles a convivir con la frustración y el sacrificio

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Los pequeños sinsabores de la vida son los compañeros de viaje de todo hombre y, por mucho que los rehuyamos, nos hemos de topar con ellos. Y el arma que nos permite sobrellevarlos con garbo es la virtud de la fortaleza. Por eso es tan importante que nuestros hijos no sean flojos, pues acabarán siendo esclavos de dicha flojera y no podrán dirigir su vida hacia ideales que merezcan de verdad la pena: siempre se quedarán a mitad de camino. Recordemos que la falta de virtud es una enorme limitación para la libertad de una persona.

Sobre este punto en particular se podría escribir un libro entero. Pero, para ser breves, daremos unos apuntes sobre ello. Nos parece que en esto, como en todo, hemos de empezar muy, muy pronto. Por ejemplo, cuando un bebé llora, podemos optar entre cogerle en brazos o no: si le cogemos siempre que llore, estamos empezando a criar a un niño consentido y caprichoso…

Algunos criterios que podemos dar son los siguientes:

1.- Procuremos ser nosotros más fuertes que sus llantos o rabietas: El llanto o la rabieta es, a menudo, la reacción inconsciente ante la frustración de un deseo. Es una “estrategia de combate” que emplean muchos niños desde muy pequeños, con la intención de salirse con la suya.

En otros casos, el origen del llanto es el miedo a afrontar alguna situación (que puede ser ir al colegio, separarse de mamá, tirarse por un tobogán, ducharse, meterse en la piscina, etc.). Hay que enseñarles que el llanto nunca es la solución a ningún problema de este tipo. Eso lo conseguiremos dándole seguridad, haciéndole que se enfrente a esos problemas y felicitándole cuando haya conseguido superarlos y ver que no eran para tanto. De esa manera, crecerán también en autoestima. Por lo tanto, tengamos claro que no debemos tener un niño llorón e hiperprotegido en casa.

2.- No demos dar mucha importancia a los coscorrones que se den: A menos, claro está, que sean serios de verdad. Lo normal es que un niño se caiga al suelo y se levante como si nada, de modo que no debemos correr en su auxilio, sino decirle: “¡Arriba, campeón!”.
De modo similar, tampoco debemos hacer un mundo cuando se hagan una herida, un chichón o cojan fiebre…, ya que todo esto son cosas bastante normales.

3.- Procuremos no cogerle en brazos, si está cansado.

4.- No les perdonemos por sistema un poco de comida, tampoco debemos permitirle que no coma lo mismo que los demás. A todo el mundo hay cosas que le gustan más y otras que le gustan menos, pero eso no es motivo para no comerlas. Un niño normal puede y debe comer de todo, y, si no lo hace, será culpa nuestra.

5.- No les abriguemos en exceso en invierno.

6.- No les llevemos la mochila del colegio.

7.- No les dejemos quedarse sin ir al colegio a menos que estén de verdad malitos.

8.- No hagamos por él lo que pueda hacer ya él solo: Los niños tienen que hacer las cosas ellos, y así, poco a poco, irán ganando en confianza. Si, por sistema, se lo hacemos todo, les estaremos transmitiendo la idea de que no les creemos capaces, de que no nos fiamos de ellos. De ese modo, se irán haciendo cómodos. A veces les hacemos las cosas porque nos resulta más rápido y más sencillo. Pero, de esa manera, les privamos de tener la libertad de poder equivocarse y aprender de sus errores.

Este es un buen momento para que cada uno se ponga a pensar en qué cosas podría hacer su hijo y no las hace porque se las hacemos nosotros. La lista puede ser muy amplia: hacerse la cama, comer solo, vestirse solo, ducharse solo, atarse los cordones, poner la mesa, pasar la aspiradora, colocar su ropa en el armario, planchar, etc.

Por favor, no hagamos inútiles a los niños. Se sorprenderán de lo que son capaces de hacer, si se les motiva y se les da confianza.

 

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