Actualmente, los españoles sufrimos, sin apenas darnos cuenta, la presencia de unos nuevos inquisidores que campan a sus anchas gracias a un individualismo sin límites, con la satisfacción de los impulsos más primarios de dinero, sexo, y hedonismo, y que tratan de extinguir las fuentes de nuestra cultura, su legado y tradición para suprimir toda idea de virtud. De ahí su interés en liquidar el estudio de las lenguas clásicas, para que no sepamos leer, y su empeño en marginar a las humanidades, para que no sepamos pensar. Por eso el debate académico no existe en la universidad, convertida cada vez más en una escuela de formación profesional avanzada.
Esta labor la completan con la censura de toda discrepancia racional en la sociedad mediante la dictadura de lo políticamente correcto, apelando sistemáticamente a la descalificación de los disconformes. Se arrogan el papel de intérpretes supremos y llaman a rebato, señalando como terribles enemigos del pueblo a quienes osen separarse de sus particulares criterios y el de algunos de sus particulares socios, que tanto disfrutarían viendo saltar por los aires toda la arquitectura constitucional.
Lo curioso es comprobar cómo estos reformadores sociales apelaron, en sus inicios, al pluralismo y a la diversidad para abrir espacio a sus ideas, pero en cuanto consiguieron un reconocimiento oficial, muestran una vocación de inquisidor. Y es que el respeto y la tolerancia del discrepante es una asignatura difícil.
Su palabra fetiche para lograr imponerse a sus adversarios es la de “fascista”, que como sirve lo mismo para un roto que un descosido, al final viene a ser fascista quien no piense como yo.
De esta forma, es preocupante que tachen de inconstitucional a un partido emergente que aboga por una interpretación más restrictiva y respetuosa con la unidad de España y porque proponga la reforma de algunos artículos, siempre según los propios mecanismos previstos en esa Ley; un partido político que obtuvo honradamente 400.000 votos en Andalucía y 12 diputados, sin apenas dinero y sin la ayuda de los medios. Sin embargo a sus detractores les parece muy bien que se pueda obtener el sillón de La Moncloa apoyado por los separatistas del PdCAT y ERC, el PNV y los batasunos de Bildu.
Llaman, incluso, a movilizaciones inútiles y violentas contra un supuesto e imaginario fascismo, para que se intente imponer su ansiado modelo de neocomunismo. Esto es fácil de decir desde un chalet privilegiado con seguridad a cargo de todos los ciudadanos y con magníficos sueldos.
En estos momentos hay más tintes de fascismo en este tipo de acciones que en la irrupción de un nuevo partido que sin saber aún de que es capaz en las instituciones, a las que ha llegado de manera democrática, ya se le tacha de fascista, xenófobo, antieuropeista y no sé cuántas cosas más. Es una manipulación grosera y torpe, que sólo puede engañar a quienes carezcan de unos mínimos conocimientos jurídicos y constitucionales.
Este nuevo partido ha surgido y crece porque la gente ya está harta de que le mientan, con la esperanza en un cambio profundo. Sus propuestas se basan en unos nuevos sentimientos y esperanzas para que el ciudadano cobre el protagonismo que nunca debió perder en democracia; para que se bajen los impuestos, algunos abusivos, arbitrarios y confiscatorios; que se gobierne en sintonía con la voluntad popular, sin dar la espalda al ciudadano; que se revise el ruinoso modelo autonómico; que el Estado adelgace y se desprenda de la inmensa carga que representa tener más políticos a sueldo que Alemania, Inglaterra y Francia juntos; que se centralicen servicios y competencias que nunca debieron cederse a las autonomías, como la educación, la salud y el orden público; que se regule y controle la inmigración y se defiendan las fronteras de los invasores violentos que las violan; que cesen las cataratas de privilegios y ventajas, injustas e inmerecidas, acumuladas por la clase política; que se garanticen las pensiones; que se luche en serio contra la corrupción; que se derogue la ley de violencia de género, por considerarla discriminatoria para los hombre y que se proteja la vida humana en todos sus estados.
Frente a los que definen estas propuestas como de extrema derecha y fascistas, son muchos los españoles que defienden lo contrario, como muestran las encuestas. ¿A ustedes que les parecen? Seguramente, me dirán que hay que analizar las cosas detenidamente. Háganlo.
Lo que es indudable es que es un partido totalmente constitucional, ya que nadie le ha impedido participar en las elecciones al parlamento andaluz, y que está sirviendo, de momento, para sacar de la dormidera a los demás partidos políticos y que se pongan las pilas.
España celebrará este año elecciones autonómicas y municipales en mayo, que podrían coincidir con unas elecciones generales. Será un año decisivo, en el que además se celebrará el juicio por el referéndum independentista del 1-O en Cataluña, un nuevo partido puede que entre en el Congreso, el Senado y en los parlamentos regionales. Sí, será un año apasionante.
Emilio Montero Herrero