Simbología de las procesiones de Semana Santa

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Artículo de Emilio Montero Herrero

La Semana Santa vuelve a la calles de Segovia. Puntualmente saldrán las procesiones con sus bellos pasos acompañados por cofrades de rostro oculto, cuya diversidad incluye hombres y mujeres, niños y ancianos, creyentes y no creyentes, en una sorprendente simbiosis. Cada parroquia cuidará al máximo estas celebraciones para que sean lo más significativas posibles, y los cofrades prepararán con esmero sus hábitos y volverán a sentir el fervor de estas fechas.

Durante la Semana Santa la Iglesia Católica recuerda los últimos días de la vida de Jesucristo, desde la entrada triunfal en Jerusalén y su pasión, hasta la resurrección, que simboliza el triunfo del hijo de Dios sobre la muerte. De esta forma, se pasa de una celebración marcada por el luto, el silencio y el recogimiento, a la alegría desbordante.

Las procesiones de Semana Santa esconden tras el colorido de sus cofrades, la solemnidad y la espectacularidad de los pasos, una complicada simbología no siempre conocida por las miles de personas que acuden a contemplar los tradicionales traslados procesionales de las imágenes.

Pocas estampas de la Semana Santa son tan icónicas como las de los nazarenos y penitentes. Cada prenda que compone su hábito tiene un sentido trascendente que remite a lo esencial de estos días: dar testimonio público de la fe, evangelizar al pueblo fiel y acompañar a Cristo en su pasión, muerte y resurrección. La túnica y la capa son los elementos esenciales de esta vestimenta, que se completan con el capirote y el cíngulo. La túnica preserva el anonimato de quienes realizan la estación de penitencia, y el cíngulo representa los cordeles con que maniataron a Jesús cuando le llevaron preso a Jerusalén desde el Huerto de los Olivos. De todas estas prendas, quizá sea el capirote la más llamativa para los espectadores. También llamado capuz o cucurucho, mantiene erguido el antifaz que cubre el rostro, y con él los hermanos, mediante el uso de la penitencia, animan a la conversión de los espectadores y se unen al sufrimiento de la Pasión del Señor.

Aunque estos elementos son comunes a todas las cofradías, se distinguen unas de otras por tener su propio escudo y medalla. La medalla sobre el pecho, y a veces bajo el hábito, tiene un sentido protector por parte de los santos titulares frente a la adversidad y el momento de la muerte.

Otro de los aspectos que diferencian a las cofradías son los tejidos que utilizan en la confección de sus hábitos: terciopelo, lana y sarga. Y también sus colores, cuya elección tiene un claro significado de acuerdo a la liturgia cristiana. Unas cofradías visten de morado, que simboliza las moraduras de Cristo tras la pasión. Hay túnicas rojas como símbolo de la sangre, negras como muestra de luto, verdes que simbolizan la esperanza y blancas como muestra de pureza. Todas las cofradías segovianas ostentan alguno de estos colores (morado: cofradías de la Flagelación del Señor, Esclavitud del Santo Cristo de la Cruz, Santo Cristo de San Marcos y Nuestra Señora de la Piedad; rojo: cofradía: Soledad al Pié de la Cruz y del Stmo. Cristo en su Última Palabra; negro: Ntra. Sra. de la Soledad Dolorosa, Camino del Sepulcro, Santa Esclavitud del Cristo de los Gascones, Jesús con la Cruz a Cuestas y María Stma. de las Angustias; y blanco: cofradía de la Oración en el Huerto).

Las vestimentas se complementan con otros elementos, como son el cirio, hachón o farol. Representan la luz, parte fundamental de la religiosidad cristiana desde los primeros siglos, pues la Luz de Cristo ilumina la oscuridad del mundo y da sentido a la cruz. Ellos alumbran el caminar de las procesiones de Semana Santa.

Una de las partes más importantes de estos desfiles procesionales son los símbolos que portan las cofradías y que son fácilmente reconocibles. Se trata de los estandartes, guiones, insignias, cruces guía, libro de reglas o banderolas. Todos ellos conforman el cortejo y la puesta en escena de las cofradías.

Dentro del cortejo, no podemos olvidar las bandas de música, integradas en su mayor parte por gente amateur que ha realizado un gran sacrificio personal, empleando su tiempo libre no sólo para aprender a tocar con dignidad un instrumento, además para asistir a numerosos ensayos y preparar de la mejor manera posible el repertorio adecuado a cada una de las procesiones o eventos de la Semana Santa. Con sus interpretaciones realzan la solemnidad, devoción y los sentimientos de los desfiles pasionales.

Aunque los elementos externos son importantes, no eclipsan el verdadero núcleo devocional: la imagen titular de Jesucristo, el Señor, o de la Virgen María. Ellos son el verdadero centro desde el que cobra sentido el imaginario de la Semana Santa. Sin su llamada a la conversión, sin la ayuda que prestan al servicio de la evangelización y de la transmisión de la fe, todos los elementos formales (túnicas, medallas, cortejo, música) quedarían vacíos de contenido.

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