Mientras el Sínodo sobre la Familia emprende la recta final, se han hecho públicas las relaciones de los Círculos menores sobre la III parte del Instrumentum Laboris, que se titula “La apertura a la vida y la responsabilidad educativa”. Allí se habla entre otras cosas de cuestiones como la Humanae Vitae de Pablo VI, la tarea de la familia en la transmisión de la fe o la iniciación cristiana de los niños.
FUENTE: ACEPRENSA
También se trata de la enseñanza de la religión –“a lo largo de los últimos años, en algunas áreas de países europeos, ha crecido el número de los inscritos en la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas” afirma el texto de este documento–, la atención a las familias irregulares o el acompañamiento de las personas homosexuales.
¿Un asunto de conciencia?
Pero el tema estrella, al menos para la atención pública, ha sido el de los divorciados vueltos a casar civilmente. Algunos grupos han visto “con escaso entusiasmo” la propuesta de un “camino penitencial” para el acceso a los sacramentos, y casi todos han insistido en confirmar la enseñanza y la actual práctica de la Iglesia con respecto a la participación en la Eucaristía: “reconocemos que esta vía puede ser difícil” para estas personas, dice el grupo inglés A, dirigido por el cardenal Pell, y los pastores “deben acompañarlas con comprensión, siempre dispuestos a extender la misericordia de Dios”. También sobre este tema este grupo lingüístico afirma que la práctica pastoral sobre este asunto “no debe dejarse en manos de las conferencias episcopales individuales. Se correría el riesgo de dañar la unidad de la Iglesia Católica, la comprensión de su orden sacramental, y el testimonio visible de la vida de los fieles”.
Discrepan en este punto los obispos del grupo de habla alemana que afirman que en este punto no son posibles las soluciones “generales y simples”. A su juicio, cada una de estas personas deberían hacer un “examen honesto de conciencia” sobre su responsabilidad en la crisis que rompió su matrimonio y sobre el impacto del nuevo casamiento en la anterior familia y en la comunidad de los creyentes. “Este camino de reflexión y de penitencia en el interior de cada persona puede, en vista de la situación objetiva y en conversación con el confesor, contribuir a la formación de la conciencia personal a fin de aclarar hasta qué punto es posible un acceso a los sacramentos”. En suma, parece que los obispos alemanes se inclinan por resolver estos casos en lo que la Iglesia llama el fuero interno, con ayuda de un confesor.
Preparación al matrimonio
El círculo italiano A mantiene en su informe que el matrimonio “es la respuesta a una llamada específica a vivir el amor conyugal en Cristo y en el Espíritu”, y por este motivo “la decisión de casarse y crear una familia será fruto de un discernimiento vocacional”. “La posibilidad de comprender la voluntad del Señor sobre la propia vida y de adherir a ella madura en un camino de fe que no se improvisa, y que se realiza a partir de la vida de la familia y dentro de la comunidad eclesial”.
Para llegar a una decisión madura apoyada por la fe a la hora de casarse, hay acuerdo en la necesidad de mejorar la preparación al matrimonio, sin limitarla a una breve conversación o introducción al sacramento. En este punto, los obispos alemanes proponen “la introducción de un catecumenado para el matrimonio que dure por lo menos un par de meses”.
Aquí se plantea también la cuestión de la necesidad de la fe para recibir el sacramento del matrimonio. Los obispos de lengua alemana piensan que, en el contexto de las sociedades descristianizadas, hay que reconsiderar el axioma de que “toda unión matrimonial entre bautizados es de por sí sacramento”. Su idea es que hoy no puede darse por supuesta una comprensión cristiana del matrimonio en los contrayentes. Y “un católico que no tiene fe en Dios y su Revelación por medio de Jesucristo, no puede acceder automáticamente al matrimonio sacramental sin conocerlo ni quererlo, o incluso yendo en contra de su voluntad”.
Atención a las familias unidas
Los padres sinodales han recalcado la tarea misionera de las familias católicas, y así el círculo inglés A, dirigido por el cardenal Pell, dice que las familias, “guiadas por la Palabra de Dios, el Magisterio y los continuos impulsos del Espíritu Santo, y sostenidas por el sacramento del matrimonio, tienen ayuda para ser discípulas misioneras del amor y de la misericordia de Dios donde quiera que estén. La misión de la familia –prosigue el texto- abarca el amor conyugal, la educación de los hijos, viviendo fielmente el sacramento, la preparación de otras parejas al matrimonio, el acompañamiento en la amistad y el diálogo con esas parejas o familias que se enfrentan a dificultades, y la participación en la vida comunitaria de la Iglesia”.
En este sentido, otro grupo inglés, el C, pone de relieve que en el Instrumentum Laboris “se presta tanta atención a las familias en dificultades que no se da suficiente espacio a la necesidad de apoyar a todas las familias” y se dice muy poco acerca de “las familias que perseveran en los altibajos de la vida cotidiana, sobre todo tal vez los de los primeros años de matrimonio”.
Sobre la transmisión de la fe, el grupo del cardenal Pell dice que “la familia cristiana tiene la responsabilidad de informar a la cultura con la Buena Nueva. Con este fin, la Iglesia exhorta con razón a todos los gobiernos a promover la libertad religiosa, que incluye no sólo la libertad de culto, sino también el derecho de expresar asuntos de conciencia, participar en los asuntos públicos, y servir a los demás de una manera congruente con nuestra fe y misión”.
También se dice que la educación sexual corresponde a los padres, “primeros y principales educadores de sus hijos”, que debe basarse en “una comprensión auténticamente cristiana de la sexualidad”, y que los programas de educación sexual “deben hacer hincapié en la formación de la conciencia, el sentido de responsabilidad, el valor del autocontrol, la modestia y la virtud de la castidad”. En este sentido, otro grupo habla de la necesidad de la formación de la castidad de los cristianos, sean jóvenes, personas que se preparan al matrimonio y también seminaristas.
Cuidar el lenguaje
Durante el Sínodo se ha visto la necesidad de utilizar un lenguaje que facilite escuchar y comprender la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio. Uno de los círculos de lengua inglesa señaló que cualquier cambio en el lenguaje debe “hacer más comprensible y accesible la doctrina de la Iglesia”. Por su parte, los obispos alemanes pidieron perdón porque, a la hora defender la doctrina, se haya utilizado a veces un lenguaje “duro e inmisericorde” respecto a madres solteras, gays y lesbianas, parejas que cohabitan y divorciados vueltos a casar.