Desde todos lo puntos cardinales se escuchan voces pidiéndonos solidaridad para salir cuanto antes de una situación que según parece, aún no ha tocado fondo. Algunas la reclaman al considerarla como una de las ayudas más eficaces para hacerlo cuanto antes y lo mejor posible
Solidaridad si, pero…teniendo en cuenta algunas cosas, a la hora de ejercitarla.
Solidaridad es ayudar a superar la dificultad en que se encuentra la persona a la que podemos hacer llegar nuestra ayuda, especialmente, a la que está, a la que vive, cerca o junto a nosotros. Solidaridad sí, pero… no de cualquier manera.
Precisamente en esa “manera” está la diferencia que hay entre solidaridad y cumplimiento. Solidaridad es, ayudar, “notando”:
– el esfuerzo que ha supuesto la ayuda prestada.
– la ausencia de parte de algo, que hemos compartido.
– la falta del tiempo empleado.
– el “recorte” que ha supuesto en los minutos dedicados a una distracción, deporte o hobby.
Solidaridad es ayudar, asumiendo la situación, “calzándonos las sandalias” de quien tiene una necesidad.
Y porque no podemos olvidar que hay ayudas, que, aún siéndolo… ofenden, debemos tener en cuenta que:
Solidaridad es pensar, antes que en la ayuda que se va a dar, en la dignidad de la persona que la va a recibir.
Solidaridad es preguntarse antes de prestar la ayuda, tanto da sea pequeña o grande: “¿Esta ayuda, es digna de mí?”.
Es que la grandeza de la solidaridad no depende de la cuantía de la ayuda: depende más bien de las actitudes personales, de cara a las propias posibilidades.
Solidaridad no es mezquindad. Hay ayudas breves, que hacen mucho bien, como la sonrisa de aliento a la persona que sufre, y ayudas cuantiosas, reunidas con sobrantes que, por su frialdad, sólo la urgencia de la necesidad invita a acogerlas.
Se suele decir que la persona solidaria, con la ayuda, entrega parte de su corazón. Así se explica lo que aquel padre, decía a sus hijos casaderos: “No olvidéis que la solidaridad se aprende y se comienza a practicar en la familia”. No es extraño, en la familia el corazón se expande y crece jugoso.
Por eso, chirrían y duelen las noticias que nos llegan acerca de faltas de solidaridad. Son pequeñas y por eso, más humillantes, pero no para quienes las sufren, sino para quienes las llevan a cabo.
Quizá conviniera recordarles, para que rectifiquen, que, ese afán mezquino de aprovecharse de quienes materialmente tienen menos, en unos momentos tan difíciles como los que estamos atravesando, para nada engrandece a las personas, más bien al contrario,