Primeras horas de la noche de un viernes. En la distancia se dibuja el contorno de dos personas sentadas en el escalón de acceso a un establecimiento. Más cerca, el contorno se concreta: son dos muchachos, chico y chica: él con su brazo sobre la espalda parece querer proteger a la chica, que cruza los brazos sobre el estómago sobre el que se dobla. En el momento de pasar ante ellos, ella levanta la cabeza,- aparenta no más de 12 o 13 años -, y trata de provocar el vómito, ya iniciado por los restos en la acera, metiendo dos dedos en la boca.
Es una de esas situaciones que no queremos creer hasta que la realidad con sus hechos confirma, y sobre las que, con frecuencia, ponen alerta quienes están muy al tanto de las modas y “movidas” juveniles. Es normal que jóvenes y niños de casi todos los tiempos, quieran hacerse mayores cuanto antes y, como todo tiene su ritmo, los años también, procuren en cuanto tienen oportunidad, adoptar modos y maneras de mayores para, como ellos, tener, disfrutar y entrar en lugares en los que legalmente sólo a ellos les es permitido.
Entre estos lugares se cuentan las “ayudas externas legales”, que así llamo a ese invento denominado “discotecas light”, al que muchos críos, de ambos sexos, acuden tras arrancar el dinero para entrar a sus padres, y un permiso, que no saben negar, quizás por miedo a que sus mismos retoños les llamen anticuados con lo más variado de su escaso vocabulario o porque piensen que allí estarán seguros sin droga y sin alcohol.
Ignoran los padres, que muchos de ellos, antes de entrar “ya se colocaron”, para imitar a los mayores y para parecerse a ellos, aunque con una diferencia: beben a horas tempranas de la tarde para que sus efectos hayan pasado al llegar a casa y, así, los padres no se dan cuenta de ello. Lo malo es cuando la bebida sienta mal, que puede pasar y pasa.
No se trata de ser alarmistas: es simplemente una llamada de atención. El que los menores tengan apetencia de parecer mayores, es normal que no quiere decir que los caminos elegidos para ello sean los mejores, ni que se las abran las puertas para conseguirlo, y mucho menos, que no se les eduque en estos asuntos, que no se tomen las cautelas necesarias o menos que se crea o se que se caiga en el manido tópico de “esto no va con mis hijos
Corren tiempos en los que la moda atrae con fuerza a todos y los muchachos, casi sin excepción, carecen de recursos y ganas para hacerla frente. Hemos de ser los mayores y, concretamente, los padres, quienes tomen posiciones y obren en consecuencia. Se trata de querer: de poner en juego voluntad, cabeza y corazón para encontrar los recursos oportunos en cada caso,- porque para esta materia no hay recetas estándar -, con que atajar esta forma de virus que mina a muchos de nuestros chicos. Por ellos, por la sociedad de la que forman parte y por ellos mismos.