La teoría cosmológica aceptada actualmente, asume un principio para el universo. Se calcula que hace unos 13.800 millones de años apareció una singularidad o quantum primordial con la que surgieron el tiempo mismo, la materia y la energía. ¿Qué había antes? No tiene sentido hablar de «antes», dado que el tiempo se originó a partir de la singularidad. Sería como estar al sur del polo sur. La teoría científica del Big Bang no indica nada al respecto ni aclara de dónde surgió la singularidad. Algunos dicen que apareció de la nada y otros como una fluctuación del espacio. Esto último tiene una dificultad.
No debe confundirse la nada con el espacio vacío. El espacio también comenzó entonces, aunque las interpretaciones más precisas del evento no indican que comenzaran el espacio y el tiempo, sino que apareció un universo con propiedades de espaciosidad y temporalidad.
La ciencia se afana en explicar la mecánica del inicio, pero lo que la ciencia no puede es explicar el por qué ¿Por qué surgió? Esa es la gran pregunta, o mejor formulada ¿Por qué existe algo en lugar de nada? Muchos científicos ateos, en un ejercicio de meta-ciencia, es decir, haciendo filosofía vestida de ciencia, han buscado respuestas a la gran pregunta, como si se pudieran encontrar utilizando el método científico.
Quien más fama popular consiguió fue Stephen Hawking en su etapa final, decididamente atea. En su libro El gran diseño, tras dar por enterrada la filosofía, se dedica a establecer teorías metafísicas con poco disimulo, acerca de la razón de la existencia del universo. Más bien a la no razón. Así, se apoya en la parte de la teoría cuántica que establece la posibilidad de que aparezcan, como consecuencia de fluctuaciones del vacío, parejas virtuales de partícula-antipartícula que tengan una vida efímera antes de destruirse mutuamente y emitir fotones. Hawking imagina la creación de universos como un recipiente lleno de agua en el punto de ebullición. Aparecen numerosas burbujas de vapor, muchas colapsan de nuevo antes de crecer, pero algunas alcanzan un tamaño crítico y crecen rápidamente, inflacionariamente. Estas serían como nuestro universo, que puede desarrollarse formando galaxias, estrellas y planetas que lleguen a albergar vida al cabo del tiempo. Las otras burbujas serían universos alternativos que no llegan a desarrollarse. Sin entrar en una crítica especialmente profunda, el vacío no es lo mismo que la nada y por tanto habría que preguntar de donde salió ese vacío en el que surgen las fluctuaciones.
Estas teorías del origen del universo son intentos de que la ciencia explique las causas últimas de las cosas: son metafísica y no teorías científicas. La ciencia debe detenerse en algún punto cuando pregunta por la causa, y los límites de la metodología científica parecen un buen argumento para determinar el punto. La discusión por el principio del universo tiene un serio problema en el lenguaje. Al hablar de fenómenos cuánticos, chocamos con nuestra construcción natural de la comunicación humana. No es fácil explicar la superposición cuántica, el efecto túnel o el enlazado de partículas, simplemente porque nuestro lenguaje no está preparado para tales fenómenos y caemos en constantes paradojas e incorrecciones. Lo mismo ocurre con el principio del universo, donde cuestiones como el inicio del tiempo, o el concepto de la nada, contaminan las descripciones y dificultan la discusión.
Dice Francisco Soler (Soler, 2016) que la cosmología es la más filosófica de las ciencias (¿o la más científica de las filosofías?). Es mayormente observacional y su posibilidad de experimentación suele limitarse a modelos computacionales. Soler concluye, no obstante, que, aunque tenga una estrecha relación con la filosofía, la cosmología es una rama de la Física siempre en la frontera, siempre en la exploración pionera, siempre joven. Pero el cosmólogo tiene, pues, una especial responsabilidad en discernir dónde está el límite de lo que se teoriza sobre el universo como científico y lo que se propone como mera especulación.
Por ejemplo, el descubrimiento de la radiación de fondo de microondas, supuso una prueba importante para la teoría del Big Bang que puede ser considerada plenamente científica. Pero los diferentes modelos de multiverso no se basan más que en un relato mental. No pueden considerarse ciencia y están al otro lado de la frontera.