Mar y Andrés tienen tres hijos adoptados a los que quieren con todo el corazón, pero antes de que aprendieran a aceptar que no podían tener hijos como esperaban, tuvieron que luchar interiormente. “Señor, no me pidas esto”, recuerda haber orado Mar Serrano.
Pero luego vino el sí: «Dije que sí: está bien, acepto». Ese «sí» no fue una puerta cerrada. Más bien, permitió que Dios abriera a otros. Gracias a esto llegaron Andrew, Alvaro y Anna, sus hijos de adopción. Cada uno de ellos tiene su única historia, y cada uno es a la vez hijo suyo y de Dios.
Cuando ve la generosidad humana, Dios es aún más generoso. La familia ha llegado a comprender, con dificultad, alguna verdad de fe transformadora. «Nuestro verdadero Padre está en el Cielo».
Andrés Saiz aprendió a comprender la filiación divina adoptando a sus hijos. “Todos somos hijos de Dios, y nadie es propiedad de nadie, ni siquiera de sus padres”, dice.
¿Te das cuenta de que eres como Jesús? Más parecido a él que a otros niños: tú también tienes un padre adoptivo», les dicen Mar y Andrés a sus hijos adoptivos. Su explicación de cómo Dios cambió sus planes para formar su familia es tanto natural como sobrenatural.
Hay años de lucha y dificultad detrás de la sencilla explicación que dan a sus hijos. Después de todo, como explica la pareja, el camino que los ha llevado a sus hijos es el camino al Cielo, y todo camino al Cielo pasa por el Calvario.
Ninguno de nosotros escoge a nuestra familia, pero algunas verdades son más obvias para esta familia que para otras. Entienden que todos estamos en las manos de Dios y que rendirse a su voluntad puede cambiar tus planes, pero nunca te defraudará.
De hecho, si tuvieran un tema familiar, Mar insiste en que sería «Eso que tú me das» de Pau Donés: «lo que me das es mucho más de lo que pedí».