Un grupo de gente joven

Se formó al salir de un acontecimiento familiar para algunos, y social para los demás. Eran todos jóvenes aunque de diferentes edades. En un instante, contra lo que cabría esperar, por lo que se suele decir de ellos, tejieron una animada conversación.

El tono de voz empleado, permitía escuchar palabras y frases. Quien estuvo en sus proximidades pudo saber que, sus estudios y el ambiente que les rodeaba, eran los temas que la ocupaban. Llamaba la atención la seriedad con que los trataban y sus opiniones acerca de algunas cuestiones. Eran tan interesantes que, en más de un corrillo inmediato, se prestó más atención a esa conversación que a la propia.

De la selectividad y su inquietud por superarla con buena nota, pasaron al “Plan Bolonia”: de lo que supondrá y de la falta de explicaciones claras; de aquí, a la escasa preparación que reciben; de lo que no se hace para estimular a quienes no pueden, no saben o no quieren estudiar, y del mal ambiente que hacen. Hablaron de buscar, otros caminos para que, “esa gente”, encuentre el suyo…

Algunos mostraban un gran enfado ante la anunciada ley de becas “de permanencia” para que no abandonen los estudios. Decían que serán un premio para los peores estudiantes. “¿Piensan, que un tío que repite, que no abre un libro porque no quiere, lo va  a hacer aunque le den dinero para animarle?. Seguirá igual y más, porque ahora, además, por aguantar, le darán pasta” decía uno, y su opinión fue coreada por los demás… Luego cambiaron de tema.

Conversación esclarecedora. Y eso que, según muchos, generalmente, la gente joven no piensa. ¡Lástima que, ahora como antes, no se les escuche. ¿Para seguir sus indicaciones?. No. Simplemente, para no errar al legislar para ellos, entre otros casos. El hecho de saber cómo son y piensan o cuáles son sus aspiraciones, lo impediría.