Una tregua, por favor

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Noticia que jamás les contarán en las televisiones «progresistas» de la depresión en vena: desde 1990 hasta hoy el número de muertes en el mundo de niños menores de cinco años ha caído a la mitad. Tampoco olerán este titular: España ya es más rica que antes de la crisis. Ni este otro: en los últimos 30 años, los seres humanos en extrema pobreza han caído de un tercio a uno de cada diez.

FUENTE: LUIS VENTOSO- ABC

Mi experiencia vital es que he asistido a una etapa de progreso extraordinaria, que me hace sentirme orgulloso de mi país. Un ejemplo. Cuando yo nací, en mi barrio portuario de La Coruña había unos enormes bidones de combustible de la Campsa (hoy hay un parque), un vertedero incontrolado (hoy la ciudad cuenta con una moderna planta de reciclaje) y un campamento chabolista, donde el deporte habitual era quemar ruedas de camión, con enormes humaredas negras (hoy es un Corte Inglés). ¿Ecologismo? En mi infancia, las fábricas manchaban sin cortapisa y las ciudades carecían de depuradoras (nuestras evacuaciones y los lixiviados se iban en crudo al mar y los ríos).

Pensar en separar la basura en el hogar habría provocado risa. Las ciudades estaban mucho menos arboladas y contaban con menos parques. Figuras de preservación medioambiental como «las reservas de la biosfera» no existían. Coches, camiones y buses pedorreaban dejando una cola de humo espeso. Las centrales térmicas de carbón nacional manchaban a saco. La conciencia verde era cero. Ir a la universidad, privilegio de pudientes. Internet y los móviles, un delirio futurista. La sanidad pública, en pañales comparada con las prestaciones que disfrutamos.

Ayer se me ocurrió ver entero un telediario de TVE. Era un canto al pesimismo, empezando, por supuesto, con la sobredosis diaria de Armagedón climático. La depre continuó con un reportaje en negativo sobre la década que concluye. El enfoque elegido para contar los diez últimos años fue el de «una generación herida por la crisis», que «arrastrará toda su vida las cicatrices». A partir de ahí, un testimonio tras otro de jóvenes a los que le fue de pena. Ni una historia positiva. Cifras abrumadoras: «700.000 jóvenes se vieron forzados a irse de España en esos años» (he hecho cuentas con datos del INE, y de 2008 hasta hoy me sale que se han marchado al extranjero 236.434 personas de entre 20 y 34 años, un tercio de lo que allí se dijo). El reportaje se cerró con imágenes románticas de manifestaciones del podemismo.

La crisis de 2008, en efecto, fue espantosa, en especial para los padres de familia veteranos arrollados por los despidos colectivos. Pero se podría apuntar también lo positivo: se evitó la quiebra del país, se rescató a su banca, evitando el colapso del sistema; se salió de la sima liderando el crecimiento europeo, con tres años seguidos por encima del 3%. En mi ámbito personal conozco muchas historias de chavales a los que les ha ido estupendamente, algunos punteros en lo suyo. Resulta agotadora esa foto fija de una España de derrota absoluta, que no se corresponde con lo que se ve nada más pisar las calles. Por favor, ¡una tregua!

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