Uno de cada siete niños nacidos en los países pobres está sentenciado a morir antes de cumplir los cinco años

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“El tráfico sexual es un destino marcado por la miseria para muchas niñas del Sudeste Asiático”; bajo este lema, Anesvad viene lanzando, periódicamente, una campaña para recuperar a estas chiquillas y formarlas para que accedan a un trabajo digno.

Por otra parte, “la explotación carnal es espontánea porque muchas criaturas hacen cualquier cosa con tal de conseguir dinero. Otras veces hay grupos criminales envueltos, o pueden ser las propias familias las que venden a sus descendientes para sobrevivir. Y también las mismas niñas se organizan y se prostituyen, creando sus propias redes”, explica Sella Mak, coordinador de la organización camboyana “Our Home”.

Según las Obras Misionales Pontificias, las cifras de la explotación infantil son espeluznantes; hay 14 millones de huérfanos a causa del sida. De la mitad de los 600 millones de pobres del mundo, 130 millones no acuden a la escuela, 180 millones padecen desnutrición, 250 millones sufren explotación laboral y un millón de menores caen en las redes del comercio sexual.

La semblanza de la infancia, es la imagen de nuestra condición moral como adultos. Una civilización luchando contra la infancia, es un mundo que ha perdido la esperanza. La infancia en la indigencia, vejada, golpeada, inmolada es un crimen contra la humanidad que pronto será juzgada por sus propios descendientes.

Se estima en 400 millones los chiquillos esclavos, bajo el despotismo de la explotación. Entre ellos se cuentan: los críos encadenados a trabajos forzados: en la agricultura, en yacimientos, en minas, en industrias y como esclavos de terratenientes. Son ya medio millón de niños soldado.

Por último, uno de cada siete chiquillos nacidos en los países más indigentes está sentenciado a morir antes de cumplir los cinco años. Al año agonizan más de 250.000 chavales. «La mayor parte de los niños mueren por carencia de alimentos y nutrientes esenciales, lo que les debilita, reduce su peso y acentúa su vulnerabilidad”, asevera el estudio, y añade que “estos niños están expuestos a un riesgo muy alto de enfermedades infecciosas.

En los países en desarrollo la diarrea, las enfermedades respiratorias agudas, la malaria y el sarampión son culpables de una gran parte de las muertes infantiles». Esta angustiosa carga de congoja y defunción sucede en gran parte de los países de Hispanoamérica y el Caribe.

“Cuando hacéis con la violencia derramar las primeras lágrimas a un niño, ya habéis puesto en su espíritu la ira, la tristeza, la envidia, la venganza y la hipocresía”, escribió Azorín

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