Vale la pena sonreir

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– ¡ No sabes lo que me pasó el otro día!.

– ¿Qué?

– Que entré en una tienda y pedí algo que necesitaba. Una dependienta muy joven entró a buscarlo.Sacó algo parecido. No lo pude comprar: no coincidía con mi necesidad. Di las gracias y debí sonreír porque, al marchar, escuché algo así como: “¡Qué gente más tonta! (en realidad me hizo de su familia porque me llamó `tía), No se lleva nada, da las gracias y además sonríe”.

– Y ¿no la dijiste nada?.

– No. Por varias razones: la primera porque cuando quise reaccionar, ya estaba en la calle… y no era cosa de volver. La segunda porque no iba a entender… ni mi agradecimiento por su esfuerzo en la búsqueda …ni mi sonrisa: mitad para ocultar la decepción de que no tuvieran algo tan normalito como lo pedido, y mitad como disculpa por no haberla dado oportunidad de hacer una venta…

Este diálogo, -literal-, entre dos amigas no es exclusivo. Se dan más. Así o en términos diferentes. Pero se dan.

Como se da, el que las personas no entiendan una sonrisa y que de ordinario se muestren demasiado serias. ¿Por qué me voy a reír si no hay motivos?, suelen decir. Una cosa es reír de forma abierta, para lo que hay que tener motivos y otra diferente es sonreír.

Sonreír es algo, mucho más que una mueca impuesta para una situación. Sonreír es el gesto natural que se dibuja en el rostro de la persona que está serena, tranquila o satisfecha.
Lo está y se muestra así, quien se acepta como es y quien, por este propio conocimiento, no se inquieta demasiado ante sus “meteduras de pata”, porque sabe que “no se pueden pedir peras a un olmo” y se sabe un poco “olmo”.

Es el gesto habitual de la persona que tiene por costumbre pensar en los demás: Es su signo de acogida y también su tarjeta de presentación. Un gesto sonriente atrae, acoge, anima. Uno hosco, produce efectos contrarios. Y cuando los rostros sonrientes son varios, el ambiente se torna altamente cordial y estimulante.

Pero aún hay más motivos: la sonrisa rejuvenece. El espejo muestra cómo, el gesto sonriente anima el rostro, elevando las comisuras de los labios y el conjunto de las facciones.

Motivos para sonreír, “a pesar de los pesares”, hay muchos. Todos los tenemos. Es cosa de echar mano de ellos.

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