¿Venimos del mono?

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El hombre no es un monoEn los últimos años se han multiplicado el número de descubrimientos fósiles relacionados con el origen del hombre. En España se han seguido con gran atención debido a que algunos de esos hallazgos han tenido lugar en la Península Ibérica. El más importante es precisamente el llamado “Hombre de Atapuerca” que, en abundancia de restos óseos, supera a todos los demás juntos.
Estos descubrimientos han contribuido a avivar un tema ya de por sí polémico: muchas personas, sobre todo alumnos adolescentes, se plantean dudas sobre cómo compaginar lo que aprenden en las clases de Religión sobre la Creación y lo que les explican en Ciencias Naturales, principalmente en lo que se refiere al origen y prehistoria del hombre.

Son frecuentes preguntas como estas: “¿Es verdad lo que dice el Génesis?”, “¿De dónde salieron nuestros Primeros Padres?”, “¿Cómo es posible que Caín fuera agricultor y Abel ganadero si, durante mucho tiempo, el hombre prehistórico no conoció ni la agricultura ni la ganadería?”… o, la más común: ¿venimos del mono?

La ciencia experimental y la filosofía son saberes que se complementan. Son como dos caminos paralelos que no se cruzan, pero que se iluminan mutuamente.

“El gran interés que despiertan las  investigaciones científicas está fuertemente estimulado por una cuestión de otro orden, y que supera el dominio propio de las ciencias naturales. No se trata sólo de saber cuándo y cómo ha surgido materialmente el cosmos, ni cuándo apareció el hombre, sino más bien de descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por el azar, un destino ciego, una necesidad anónima, o bien por un Ser transcendente, inteligente y bueno, llamado Dios (…)”.  Es decir: la búsqueda de las últimas causas —filosofía— nos lleva a querer conocer mejor lo concreto —ciencia experimental—, y viceversa.

La ciencia experimental ha conseguido grandes logros pero, por su propio método, sólo puede experimentar con la materia. Sin embargo, no son pocos los científicos que, aunque pretenden hacer sólo ciencia experimental, se salen del ámbito propio de esa ciencia, y hacen abstracciones, propias de la filosofía, como si se derivaran directamente de sus datos experimentales.
En este sentido son esclarecedoras las siguientes palabras de San Juan Pablo II:
“El hombre tiene muchos medios para progresar en el conocimiento de la verdad, de modo que puede hacer cada vez más humana la propia existencia. Entre estos destaca la filosofía, que contribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentido de la vida y a trazar la respuesta: ésta, en efecto, se configura como una de las tareas más nobles de la humanidad. El término filosofía según la etimología griega significa «amor a la sabiduría».

De hecho, la filosofía nació y se desarrolló desde el momento en que el hombre empezó a interrogarse sobre el por qué de las cosas y su finalidad.
Teniendo en cuenta que esto es la filosofía podríamos resolver una cuestión que para los autores de La especie elegida es muy difícil: según dicen “eso que llamamos « inteligencia » es un concepto de difícil definición…”, resulta que para la ciencia experimental es imposible, porque por su propio método, definir conceptos no entra dentro de su campo, pero la filosofía ha dado definiciones satisfactorias de lo que es la inteligencia desde hace, al menos, 2500 años.

Se trata de ver cómo los datos que se desprenden de la ciencia experimental, en relación con la evolución y el origen del hombre, encajan mejor con una filosofía realista que con otras que han estado en la base de muchas teorías, llamadas científicas, que han intentado llegar a una explicación global de esos datos. Por ejemplo, los datos científicos apoyan la existencia de una parte espiritual en el hombre, la realidad de una naturaleza única y estable que tiende a la sociabilidad humana como algo propio.

Hay algo estable y algo cambiante. El hecho de que en el universo se dé una evolución en la materia no significa que todo lo real sea evolución, sin embargo ésta ha sido la concepción dominante desde el siglo XX, que se va desmoronando a medida que van apareciendo nuevos datos.

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