Un país unido y feliz: porque el fútbol es mucho más que eso.

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Hacía más de una década que no se veía un país tan unido. Lo ha conseguido algo aparentemente intranscendente pero muy pasional: el fútbol

Decía Arrigo Sacchi que el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes. Que se lo digan hoy a los españoles, a quienes este mes y medio de Eurocopa les ha servido para darse otra oportunidad con su país y con su fútbol, y todo gracias a las cosas tan importantes que encierran las cosas menos importantes.

Porque España vive sumida en un constante desamor. Quieren que la España de todos sea la de unos pocos. Los jóvenes, descreídos, no ven ninguna luz al final del túnel, ni oportunidades, ni nada a lo que aferrarse. No hay que caer en el catastrofismo, pero en el espíritu de la gente no se palpa esperanza, sino rencor. Lo nota uno al caminar por las calles, al leer los diarios o al prestar atención al murmullo de la gente en las terrazas.

Pero hubo un tiempo en que ni el fútbol era capaz de ilusionar, que más que unirnos lograba hacernos caer en las guerrillas vecinales de siempre. Todo comenzó con el fin de nuestra generación dorada en el Mundial de Brasil en 2014, en el que la vigente campeona del mundo ni pasó de fase de grupos en un torneo de vergüenza. En la Eurocopa de 2016 nos presentamos con una Selección que mantenía las vacas sagradas, pero que venía con algo de sangre fresca. Y mientras tanto, España volvía a caer de manera calamitosa contra la anfitriona en octavos de final.

Rubiales llegó a reflejar muy bien durante sus cinco años de mandato ese binomio inseparable que existe entre fútbol y política.

Con Luis Enrique, pese a jugar un gran fútbol, seguía habiendo escepticismo. Un conjunto plano, sin ilusión ni carácter que resucitó los fantasmas del pasado y que volvía a caer, una vez más. El fútbol dejó de ilusionar. Perder nos sumió en una crisis identitaria por la que dejamos de creer en nuestro fútbol.

Y no digo que esto sea lo único capaz de ilusionar a un país, pero creo que, como hemos visto tras ganar este último torneo, es una gran manera de hacer que la gente se evada un poco de sus problemas y que, durante al menos un mes, exista un objetivo común. Que la gente hable del pelo de Cucurella y los placajes de Carvajal sirve un poco de descompresión.

El once titular de aquella Selección en la final de Johannesburgo confirmaba que en esta ocasión, ninguno de los dos gigantes españoles monopolizó la Selección. El equipo que presentó España en el Estadio Olímpico de Berlín solo tenía dos jugadores que comparten club , el Athletic. Sobre todo, ha hecho que dejemos de hablar de una vez de Madrid o Barça para hablar de la Selección. Tiene además un punto romántico ver cómo un acérrimo madridista ensalza a Lamine Yamal o como un culé de cuna piropea a Dani Carvajal.

Porque el fútbol es eso. El fútbol no es otra cosa que pasión.

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