El estreno de la nueva película sobre Blancanieves, ha brindado la oportunidad de redescubrir un tesoro arquitectónico e histórico de España: el Alcázar de Segovia, el segundo monumento español más visitado, con más de 735.000 visitas en 2024, solo superado por la Alhambra de Granada.
Nuestro imponente castillo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO es, además de una joya medieval, la fuente de inspiración para artistas y creativos. Con sus torres almenadas que acarician el cielo y su esbelta silueta que brota de la roca, resulta fácil entender que cautivara a los artistas de Walt Disney y les inspirara en el diseño del emblemático castillo de Blancanieves, la revolucionaria película de animación de 1937.
Sin embargo, esta nueva versión de Blancanieves, a pesar de haber sido promocionada a bombo y platillo, está decepcionando en taquilla, generando polémica por los cambios en su historia original y su enfoque considerado woke, que según los críticos es lo que ha alejado a la audiencia en lugar de atraerla.
El resultado ha sido un débil debut en Estados Unidos, con solo 43 millones de dólares recaudados en su primer fin de semana, mientras que en el mercado internacional tampoco ha destacado. La recaudación global de 87 millones quedó lejos de los 240 que costó producirla, según datos oficiales. Algunos ya la denominan “Blanca rota”.
Son diversas las polémicas que rodean a la película, que ya desde antes de su estreno generó rechazo por los cambios en su narrativa y las declaraciones de su protagonista, Rachel Zegler, que manifestó que la historia se alejaba del clásico de 1937 y que el romance con el príncipe no sería el eje central, asegurando que en la versión original el príncipe la estaba acosando. Sus palabras desataron una ola de críticas entre los fanáticos de Disney, quienes consideraron que la producción intentaba imponer una visión demasiado moderna y progresista de la historia. Otro punto polémico fue la elección de una actriz de ascendencia latina, que no respetaba la esencia del personaje que le dieron los hermanos Grimm en el cuento original.
Por otra parte, una de las decisiones técnicas de la película más criticadas fue la utilización de efectos especiales para representar a los siete enanitos, en lugar de contratar actores con enanismo. La controversia comenzó cuando el célebre actor Peter Dinklage, conocido por su papel en Game of Thrones, calificó la película como una historia retrógrada sobre siete enanos que viven juntos en una cueva. En respuesta a estas críticas, Disney optó por una representación diferente para no herir susceptibilidades, incluyendo solo a un actor de talla baja y generando digitalmente a los demás personajes. Además, suprimiendo del título de la película “y los siete enanitos”. Sin embargo, esta decisión no fue bien recibida ni por el público ni por la comunidad de actores con enanismo, como el famoso actor Choon Tan, quienes señalaron que se les estaba privando de oportunidades laborales en roles tradicionalmente asignados a ellos.
Por si fuera poco, Blancanieves tampoco ha contentado a los woke más radicales, porque se había permitido ver al príncipe besar a Blancanieves dormida, lo cual es todo un desafío al mantra del “solo sí es sí”, aun dejando claro al espectador que se trata de un beso pedido con anterioridad en una canción.
En definitiva, que la promoción de la agenda políticamente correcta, que ya lleva tiempo pasándole factura a Disney, amenaza la estabilidad de la mayor máquina de entretenimiento del mundo.
Ante la derrota en la batalla woke, Disney ha anunciado la buena noticia del cambio de rumbo en la estrategia de la compañía, que se enfocará en el entretenimiento como su misión principal, dejando de lado las agendas de promoción e imposición de las políticas woke, feminista y lgtbi, que han generado grandes rechazos entre su audiencia.
Este giro estratégico busca recuperar el favor de la audiencia, argumentando que el público es muy variado, y deben ser cuidadosos para no dividirla. La compañía espera que esta marcha atrás en su enfoque woke le ayude a recuperar la confianza de los espectadores y a mantener su relevancia en un panorama mediático cada vez más competitivo. La apuesta por un entretenimiento sin ideologías parece ser la nueva dirección de Disney.