Deberes para España

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Artículo de Emilio Montero Herrero

Una de las escuelas de negocios más importantes del mundo, el Institute for Management Development (IMD) suizo, ha dado a conocer recientemente una nueva edición de su prestigioso Ranking de Competitividad Mundial, que evalúa en función de diversos parámetros y de manera muy exhaustiva cuáles son las economías más competitivas del mundo.
España, por desgracia, no queda nada bien, situándose en el puesto 40 entre las 67 economías analizadas, cuatro puestos por debajo de la posición que ocupó el año pasado. Singapur, Suiza, Dinamarca e Irlanda son las cuatro primeras en el ranking.

Llevamos varios años empeorando. Hace diez años España estaba por encima de Italia, Portugal y casi al nivel de Francia. Portugal, el país que podría servirnos como modelo, nos ha sobrepasado. Ha mejorado la calidad institucional, ha tenido una estrategia de consenso y atracción de capital y ha incrementado la productividad.

El director del estudio, el español Arturo Bris, ha señalado que una de las causas de este declive se debe a que nuestro crecimiento económico desde la pandemia ha sido decepcionante. Crecemos menos en el ranking que las economías asiáticas y de Oriente Medio. Por otra parte, la inversión y la atracción de capital ha descendido, estando detrás de todo ello el deterioro de la calidad institucional.

En esta línea se encuentra, también, el desgaste que están produciendo en la vida económica española el incremento de los impuestos a nivel personal y empresarial, el deterioro de las finanzas públicas (deuda, déficit) y del sistema legal.

Los indicadores en los que más cae España en el ranking son: transparencia, adaptación de la política del Gobierno y marco regulatorio y legal. En este último, hemos caído diez puestos y nos situamos en el 65, al nivel de Venezuela. También hemos descendido más de diez posiciones en calidad del sistema judicial, hasta el puesto 49. En riesgo de inestabilidad política bajamos del 49 al 62, lo cual es muy preocupante en un país europeo. Y, por último, en cohesión social hemos bajado del 43 al 53. Estas cuestiones son las responsables de que se reduzca la confianza en el sistema español y, con ello, la inversión y la creación de empleo.

Si hablamos de impuestos, mientras que hay países como Irlanda que eliminan las cargas fiscales a las empresas y otros como Emiratos Árabes o Estonia que suprimen el impuesto sobre la renta, en España tenemos doble fiscalidad. Los salarios se gravan con la Renta y la cotización a la Seguridad Social de las empresas. Esa es una de las razones por las que crea poco empleo y los salarios son bajos. Estamos en el puesto 40 en Impuesto de Sociedades, en el 60 en coste de Seguridad Social, en el 65 en impuestos a las personas (renta, etc.), cuando lo ideal sería pagar pocos impuestos y recaudar lo suficiente.

En definitiva, que las recetas que estamos utilizando en España, desde el punto de vista puro de la competitividad y la prosperidad, no son las adecuadas. Dar subsidios y no reducir impuestos es una receta inadecuada.

Para mejorar nuestra competitividad y, con ello, la calidad de vida de los españoles, Arturo Bris señala que debemos reducir la carga fiscal y generar un marco estable para las compañías; invertir con eficiencia los fondos europeo; reforzar la productividad y configurar una economía más flexible; promover la digitalización de las empresas, adaptando la educación a sus necesidades, y aumentar la inversión en Investigación y Desarrollo en los sectores público y privado, reforzando la coordinación entre los implicados y promoviendo la transferencia de conocimiento.

Necesitamos, por tanto, un modelo que proteja los intereses de las personas, y eso implica una combinación del sector público y privado. Para que las personas tengan prosperidad, tiene que haber empresas que creen empleo. El sistema político no es una garantía de competitividad. En el top del ranking hay regímenes de izquierda, de derecha, dictaduras y democracias.

España se ha hundido al puesto 40 de la competitividad mundial. Nuestra economía no va como un cohete por más que nos lo repitan mil veces. Para que se convierta en realidad, tenemos importantes deberes que sacar adelante.


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